Desde 1968 con “2001, Odisea en el
Espacio” de Stanley Kubrik, hasta 2005 con “La Isla” interpretada por Scarleth
Johanson, pasando por “Terminator” en 1984 interpretada por Arnold Schwarzenegger,
incluso “Yo, Robot” en 2004 interpretada por Will Smith, el cine nos ha
enseñado el lado más oscuro y futurista de la digitalización. Y sí, hay veces,
que la realidad supera la ficción.
Pero no nos quedemos ahí, a
principios del siglo XX, Julio Verne escribió “De la Tierra a la Luna” 200 años
antes que el hombre llegase a la Luna, y escribió también “Veinte Mil Lenguas de
Viaje Submarino” 200 años antes de que se construyese el primer submarino. El
padre de la ciencia ficción, que, años más tarde, resultó ser realidad. Esta
vez, no es diferente.
Lo que pasa es que nos asusta,
igual que en la Revolución Industrial la primera máquina que pudo hacer trabajos
mecanizados y físicos asustó a todo el sector que se dedicaba a ello. Ahora, el
tema es que la digitalización va más allá que el simple seguimiento de pautas y
patrones de carácter mecanizado y es capaz de superar a los seres humanos en casi
todo. Digitalizaciones que nos impresionaron y catalogamos como “revolución”,
pero quince años después lo interiorizamos.
Es por ello necesaria la adaptación
y el constante aprendizaje, independientemente del sector al que uno se dedique;
necesitamos estar en lo último en cuanto a capacidad intelectual. Pero esto
tampoco es algo nuevo.
Históricamente se han estudiado las
ciencias basadas en que la unidad más pequeña de la materia era el átomo, hasta
que Dalton, allá por 1800, dividió el átomo en electrones y protones, y todos
los que hasta ese día habían estudiado las ciencias basadas en el atomismo, tuvieron
dos opciones: o aprender lo nuevo, o quedarse atrás.
Lo mismo pasará con la
digitalización, aquellos que no se reciclen y aprendan, se quedarán al margen.
Podría utilizar el 0 de las matemáticas
como metáfora de esta situación: en las ciencias matemáticas, el 0 no existe. La
“x” se puede acercar muchísimo, pero nunca alcanzará el “0 absoluto”, ni por el
lado positivo, ni por el negativo; porque siempre se le podrá añadir un 0 más
al 0,0001 de más 0s del mundo. Esto es, las “máquinas” siempre van a tener una
persona detrás que se encargue de sumar un 0 más al 0,0001.
Según los 9 retos de la innovación
presentados por Innvatur y la definición de la RAE, la Inteligencia Artificial se
le llama al “programa informático diseñado para realizar funciones que se
consideran propias de la inteligencia humana”. La Inteligencia Artificial es
capaz de aprender, más rápido e incluso mejor que las personas, pero, siempre
habrá un 0 de ese 0,0001 que dependa de una inteligencia no artificial y
humana.
Pongamos un ejemplo; el brazo
robótico de la misión en Marte InSight de la NASA, le entra arenilla y se
atasca. No hay forma desde tierra de volver a ponerlo en marcha. Ese brazo
robótico es quizás, hasta el momento, la tecnología más inteligente que ha
creado el ser humano, y no es capaz de ningún modo de quitarse esa arenilla de sus
cilindros y seguir su función. Ahí está el 0 del 0,0001: el ser humano.
El día en que a “la máquina” o “el
robot” se le rompa un latiguillo (avería de las más tontas pero muy comunes)
seguramente te sepa decir qué latiguillo es, qué diámetro tiene, que largura,
en qué almacén está y quizás hasta sea capaz de pedirlo por sí solo. Pero será
la persona la que vaya a cambiarle ese latiguillo porque ella no es capaz.
No debemos olvidar que “las
maquinas” poseen datos (que por cierto nosotros les concedemos), no conciencia,
ni alma, ni sentimientos; solo son 0s y 1s. Eso es lo que nos diferencia y lo
que nos va a hacer ser siempre superiores en ese aspecto.
Pongamos un ejemplo simple y cotidiano,
ni imaginario ni futurista: tú le permites al GPS que te diga los caminos
posibles desde tu trabajo a casa, y tú eliges de las tres opciones que te da,
la que mejor te parece. Pero vamos más allá; directamente le permites que sea
él quien te diga cual de esos tres es el mejor (teniendo en cuenta diferentes factores
como el tiempo o el estado de la carretera) y le concedes el permiso de que sea
“la máquina” la que decida por qué camino debes de volver a casa. Bien, pues el
0 de este 0,0001 metafórico explicado anteriormente sería, que esta persona de
camino a casa quiere parar a comprar el pan, y si la persona no se lo indica a “la
maquina”, esta no sabe que la persona desea parar a comprar el pan.
El ser humano, con su libre albedrio,
siempre va a ir un paso por delante de las máquinas; tenemos la opción de decidir
qué y cuantos datos queremos “regalarles” a las “máquinas” sobre nosotros. Por
lo que confiemos en la libertad del individuo.
La suposición estratosférica de que
existirá una “élite que lo controlará todo” no se aleja de la realidad. La
élite serán aquellas personas que se adapten, aprendan y evolucionen a la
velocidad de la aceleración de la digitalización e innovación en todos sus aspectos,
no solo tecnológicos. Pasó cuando descubrieron el fuego, pasó con el
abecedario, incluso con creación de armas, y, como dicen las empresas GAFAM
(que son parte de esa hipotética élite) “ahora pasa en todos los negocios,
independientemente del sector, serán cada vez más un negocio digital”. Por lo
que, seremos élite o no seremos. Es la historia de la evolución.
Resumiendo lo planteado y aplicado
a la reflexión del futuro del empleo, mi idea se resume al concepto de que las “máquinas”
suplantarán todos aquellos empleos que se basen en técnicas mecánicas, pero a
la mínima que sea necesaria la consciencia y la inteligencia no artificial
humana la “máquina” seguirá siendo inferior a las personas. Es verdad, y tal y como
ha pasado durante y a lo largo de todas las eras de la historia de la humanidad
(desde la edad de piedra hasta la edad media y la industrialización, entre
otras) todas aquellas personas que no han sabido adaptarse y actualizarse han
quedado exentas tanto de los empleos que realizan las “máquinas” como de los
nuevos empleos creados en consecuencia. Es por ello por lo que defiendo la idea
de que no es el fin, ya que siempre que se ha cambiado de era o se a insertado
alguna innovación (tecnológica o no) a gran escala se ha creído que era el fin;
pero el ser humano siempre ha sabido adaptarse quedando al margen los que no
han sabido hacerlo. Quizás ya no hará falta una formación académica en materias
teóricas (dependiendo del sector, no generalicemos) porque las “máquinas” sabrán
más y mejor que nosotros, pero otro tipo de capacidades serán necesarias en las
personas. Capacidades que “las máquinas” nunca podrán adquirir. Siempre va a
haber algo que la persona pueda hacer y la máquina no. Aunque no descarto que llegue
un día en el que las máquinas superen a las personas en todos los aspectos y
extingan la raza humana.
El otro tema es, el de hacer llegar
todos esos avances tecnológicos a todas las partes del mundo. Hoy en día no
somos capaces de abastecer de elementos fundamentales como agua o comida a todo
el planeta, tampoco lo seremos de robotizarlo todo.
Por lo tanto, siempre habrá personas,
países o continentes que vayan un paso (o unos cuantos pasos) por detrás.
Nos estamos
preocupando de problemas imaginarios y futuristas (posibles, pero imaginarias)
cuando no somos capaces de preocuparnos y hacer frente a problemas reales y
actuales. Personalmente me preocupa más que debido al cambio climático seamos
desplazados de nuestros hogares por la subida del nivel del mar o de tener que
respirar de bombonas de oxígeno por la contaminación del aire que un móvil sepa
decirme sin yo pensar, a que partido político debo de votar o qué película me
recomienda ver.
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